Tiene razón el santo varón Rouco. Ha de haber un acuerdo
de mínimos o, de lo contrario, vamos a un desacuerdo de máximos. Poco duró el renacido
espíritu de concordia ante los restos de Suárez. Un día. Pero no, era un simple
armisticio. Se demostró una vez pasados los funerales. Ya en la homilía
salieron las navajas a relucir. Según el pronóstico del cardenal, ¿quiere ello
decir que vamos a pasar del guerracivilismo a la guerra civil? Para ello haría
falta un ejército dividido. Todo lo más seguirá la agitación callejera, la
balcanización y las jugarretas temerarias de la izquierda levantisca. Y la nulidad suicida de la derecha. Nada
nuevo bajo el sol.
Se equivocó Rouco en un detalle menor, que no se ha señalado. Imperdonable y signo de la superficialidad de los analistas. No fueron los jóvenes los que buscaron en la Transición la armonía social, menos aún el olvido o el perdón. Su naturaleza ama los contrastes, y nada tienen que recordar o culpabilizar. Por lo que recuerdo, fueron los viejos, ya cansados de pelear, pasotas y pancistas en el tardofranquismo, los que con su feliz desidia permitieron que los políticos franquistas, como el Rey o Suárez, tuvieran éxito en la empresa. Los jóvenes calientes, cuatro gatos, estabamos más bien por la ruptura o la revolución, como ahora los infinitos antisistema, fanáticos todos de la involución a la Barbarie o a la Prehistoria. La Constitución la votaron los viejos y los jóvenes ordenados, que es lo que cuenta. Si es a éstos a los que se refiere el arzobispo de Madrid, si lo que tiene en mente es la inhibición de la algarada juvenil o la paciente entrega al trabajo y al estudio, acierta de lleno también en esto.
Se equivocó Rouco en un detalle menor, que no se ha señalado. Imperdonable y signo de la superficialidad de los analistas. No fueron los jóvenes los que buscaron en la Transición la armonía social, menos aún el olvido o el perdón. Su naturaleza ama los contrastes, y nada tienen que recordar o culpabilizar. Por lo que recuerdo, fueron los viejos, ya cansados de pelear, pasotas y pancistas en el tardofranquismo, los que con su feliz desidia permitieron que los políticos franquistas, como el Rey o Suárez, tuvieran éxito en la empresa. Los jóvenes calientes, cuatro gatos, estabamos más bien por la ruptura o la revolución, como ahora los infinitos antisistema, fanáticos todos de la involución a la Barbarie o a la Prehistoria. La Constitución la votaron los viejos y los jóvenes ordenados, que es lo que cuenta. Si es a éstos a los que se refiere el arzobispo de Madrid, si lo que tiene en mente es la inhibición de la algarada juvenil o la paciente entrega al trabajo y al estudio, acierta de lleno también en esto.
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