España no se merece un Presidente de Gobierno que no denuncie a quien le agrede.
La cobardía es hermana de la impunidad y madrastra del delito. O sea, genera chulería y agresividad en los matones. Y el cobarde lo sabe muy bien. Y lo fomenta, aunque los simples se llamen a engaño.
El problema personal de estos flojos sólo lo puede resolver el mecanismo sadomasoquista. Que ellos lo gocen y lo sufran a su entera conveniencia.
Ahora bien, el problema político de esta caterva de retraídos eunucos no es otro que el de transferir los daños recibidos a todos sus representados, sean éstos valientes o apocados hasta decir basta. Daños morales y físicos, por supuesto... La burla, el insulto, la deshumanización, la señalización, la amenaza, la marginación, la pintada en la pared, el incendio de las sedes, el escrache ("escupitajo", "partir la cara"), el cocter Molotov, la bomba casera, el tartazo, el tortazo, el puñetazo, el navajazo, el tiro en la nuca, el coche bomba, etc.
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