Día Europeo de Conmemoración de las Víctimas del Estalinismo y el Nazismo
Miserable Tsipras, de Syriza. Y
miserables los capos comunistas de todos los partidos comunistas de todos los países. Unidos en la abyección. Lo nuevo y lo
viejo. En España, los neomaoístas y los paleoestalinistas nacionales, con perdón. La sempiterna peste
internacionalista. En fin, la oligofrénica jauría kinder perro-pijo-fláutica que nos ha
tocado en mala suerte padecer y los simples idólatras del viejo crimen
político. Miserables todos ellos. Sin excepción de idiota. La maldad es aquí la
norma.
No quieren poner en pie de igualdad a
las pobres víctimas de la inhumana secta mortífera y de la industrial horda
racista.
Yo tampoco. Si no por la cualidad, como hacen siempre los nostálgicos del Paraíso Soviético, sí
por la cantidad, como hacemos pocos. Véase, más abajo, La Ley de Amnesia Histórica.
El sufrimiento es el mismo en ambos
casos, no así el número de los sacrificados y la duración del holocausto. No hay remisión
posible a la ignorancia. Hoy todos lo sabemos. Desde la verdadera “sagrada
familia” Marx-Lenin-Stalin, hasta los últimos y siempre infinitos retoños de la
infausta doctrina, sólo cabe apelar a la ilusa bondad de los fines, ya que los
medios se han mostrado como un auténtico mal paso: 100 millones de muertos. Y
son pocos. Las bellas almas aun estarían dispuestos a duplicar la hecatombe con otros 100
millones, si fuera preciso.
En términos formales: el internacional-comunismo es la
categoría; el nacional-socialismo, la
anécdota. Son las cosas del estatalismo totalitario y su visceral odio al
hombre libre.
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