Dice Valérie Thierweiler que la política es "demasiado
acaparadora" y que "no deja tiempo para vivir". Es una gran pena.
Sin embargo, hasta el presente, todas las personas que han ocupado importantes cargos
públicos, tanto en el Ancien Régime
como en la Era de la Globalización, y no digamos en el Renacimiento o en el
siglo XVII, han sabido encontrar la forma de marier le devoir et le plaisir, o dicho en buen español, combinar la
obligación con la devoción. Esto me recuerda a la ironía de Mr. Lewen, en la
novela de Stendhal, cuando refiere los escrúpulos de un ministro del Interior
que abandona el cargo porque aquello era demasiado duro para su sensibilidad.
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