lunes, 3 de noviembre de 2014

Los niños en las escuelas canarias. Emoción y Creación.

      La socrática Montserrat Gálvez ("tenemos que conocernos mejor a nosotros mismos", sentencia la criatura) es la responsable del Servicio de Ordenación Educativa de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias (7 mayúsculas, 6 trolas). También resulta ser la coordinadora del equipo que ha elaborado el vómito-currículum de una nueva basura académica inspirada en el simpar Zapatero y en el Actors Studio, aunque yo creo que viene de antiguo, de Charcot, de Anna O. y del gran Stanislavski. Se ve que la mujer tiene ínfulas histriónicas y le gusta el role playing, como dicen ahora los chicos cursis del escenario. Nada más y nada menos que "Educación Emocional y para la Creatividad", para niños de 6 a 10 años.


      No se crea que es un mero blablablá de la seño de "emocrea", o un simple ejercicio de naturalidad infantil, o un ruidoso desfogue de la chiquillería, al estilo de las canciones más briosas de Yoko Ono o del más que disruptivo Well, well, well de su marido, el simpático John. Nada de eso. Dos sesiones semanales de 45 minutos, y vale para nota media de curso, como la "reli" y los "valores". El objetivo básico del invento, como diría Descartes, consiste en utilizar la razón para dominar las pasiones. Casi nada. Ya me gustaría a mí conseguirlo algún día. Según mis datos, ningún santo lo ha logrado. Los filósofos lo intentan con escepticismo. Los psicopedagogos son los que más lejos están de esa meta: se dejan llevar por el instinto pedófilo que infecta la Logse y la Loe. Y es que, en las escuelas-laboratorio de las Islas Afortunadas, los críos tendrán que "gestionar de manera eficiente los sentimientos" utilizando la chola, el coco, el melón... La prosa que justifica el atentado impele a "expresar, reconocer, regular, controlar, utilizar" las emociones infantiles. Según la mencionada verborrea, "las emociones son educables y se necesita de un espacio y un tiempo específico para que este aprendizaje se produzca". No sé si los doctos se inspiran en la mística española, en el cartesianismo o en el Gulag soviético. Quizás en los libros de Marina... Antes, por motivos inmoralistas, no era partidario, pero ahora, por idénticas razones, viendo la dimensión de la catástrofe, echo de menos a Ivan Illich y su llamada a la "desescolarización".
      Nada tiene de extraño que esa pobre tierra, rica sólo en turismo, esté a la cabeza de la Nación en índices de fracaso escolar y desempleo juvenil.


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