jueves, 3 de abril de 2014

Rouco Varela y los jóvenes

      Tiene razón el santo varón Rouco. Ha de haber un acuerdo de mínimos o, de lo contrario, vamos a un desacuerdo de máximos. Poco duró el renacido espíritu de concordia ante los restos de Suárez. Un día. Pero no, era un simple armisticio. Se demostró una vez pasados los funerales. Ya en la homilía salieron las navajas a relucir. Según el pronóstico del cardenal, ¿quiere ello decir que vamos a pasar del guerracivilismo a la guerra civil? Para ello haría falta un ejército dividido. Todo lo más seguirá la agitación callejera, la balcanización y las jugarretas temerarias de la izquierda levantisca. Y la nulidad suicida de la derecha. Nada nuevo bajo el sol.
      Se equivocó Rouco en un detalle menor, que no se ha señalado. Imperdonable y signo de la superficialidad de los analistas. No fueron los jóvenes los que buscaron en la Transición la armonía social, menos aún el olvido o el perdón. Su naturaleza ama los contrastes, y nada tienen que recordar o culpabilizar. Por lo que recuerdo, fueron los viejos, ya cansados de pelear, pasotas y pancistas en el tardofranquismo, los que con su feliz desidia permitieron que los políticos franquistas, como el Rey o Suárez, tuvieran éxito en la empresa. Los jóvenes calientes, cuatro gatos, estabamos más bien por la ruptura o la revolución, como ahora los infinitos antisistema, fanáticos todos de la involución a la Barbarie o a la Prehistoria. La Constitución la votaron los viejos y los jóvenes ordenados, que es lo que cuenta. Si es a éstos a los que se refiere el arzobispo de Madrid, si lo que tiene en mente es la inhibición de la algarada juvenil o la paciente entrega al trabajo y al estudio, acierta de lleno también en esto.


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